Por tercer año consecutivo, el Papa Francisco no presidió el tradicional Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo romano. Sin embargo, su ausencia física no significó silencio. A través de sus representantes, el pontífice hizo llegar un mensaje claro: la fe y la esperanza siguen siendo el centro del camino cristiano, aún en medio del dolor y la enfermedad.
El cardenal Baldassare Reina, vicario general para la diócesis de Roma, fue designado por Francisco para encabezar la ceremonia, considerada una de las más conmovedoras de la Semana Santa. Miles de fieles participaron con velas encendidas mientras la Cruz pasaba de mano en mano durante las 14 estaciones, en una noche de recogimiento marcada por la solemnidad.
Aunque se esperaba su presencia en la Basílica de San Pedro para los ritos de la Pasión del Señor, el Papa no asistió por recomendación médica, tras su reciente internación por una neumonía bilateral. Desde la Santa Sede confirmaron que se encuentra en reposo, aunque con la intención de participar este domingo en la bendición Urbi et Orbi, un gesto que no puede delegarse.
Oración por la salud del Papa
Durante la liturgia, un diácono pidió por la salud del Papa en latín, conmoviendo a los presentes: “Oremos por nuestro padre Francisco, para que el Señor le conceda vida y salud y lo conserve como guía del pueblo santo de Dios”.
El mensaje de Francisco, más allá de las palabras, fue su decisión de mantenerse presente en espíritu, delegando pero sin desaparecer, y reafirmando su compromiso con los fieles en uno de los momentos más significativos del calendario litúrgico.
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